Cuando me encargaron la investigación de la muerte de René supe que los problemas iban a llegar. Tras diversas pesquisas fui al Teatro Leal a interrogar a una de las testigos que figuraban en el expediente. Lo hice en el camerino pero me contestó con evasivas, no sé, no sé, no sé. Vámonos, me dijo. Tengo que hablarte de unas perlas ensangrentadas.
René fue solo un instrumento, una fachada, nada más. A mi me llegará el momento, dijo con tranquilidad. Así que llévame hasta mi casa, hablaré con mi familia y mañana declararé en comisaría, me aseguró.
René fue solo un instrumento, una fachada, nada más. A mi me llegará el momento, dijo con tranquilidad. Así que llévame hasta mi casa, hablaré con mi familia y mañana declararé en comisaría, me aseguró.
En el frío de la noche lagunera, la acompañé hasta su casa. Con inquietud, miraba por si alguien estaba al acecho. Me beso la mejilla y nos despedimos si hablar. Fue la última vez que la vi. Frente al oculto callejón de la plaza de la Pila seca, a la mañana siguiente, tres tiros le hicieron callar para siempre.
La noticia me llegó cuando estaba en el despacho, revisando papeles. Fue entonces cuando recordé aquella historia que me contó sobre unas perlas manchadas por de la sangre de René. Nunca sabremos la verdad. Flores pisoteadas en el cementerio era cuanto teníamos de aquel caso. Cogí el sombrero, apagué la luz y me dispuse a llevar a mis hijos a la tradicional cabalgata de reyes.
Felices reyes a todos.
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