A lo largo de la historia, la agricultura ha ido conformando una gran variedad de paisajes a lo largo y ancho del mundo. Esto ha generado entornos "seminaturales" con una gran variedad de hábitats y especies que, en buena parte, dependen del mantenimiento de la actividad agraria. Igualmente, ese paisaje agrario es testigo y, a la vez, depositario de una importante diversidad cultural dentro de un mundo cada vez más homogeneizado al albor de las grandes urbes.
Esos valores no han pasado inadvertidos y, en ocasiones, asistimos a movimientos sociales y políticos que reclaman la conservación o, incluso, la exaltación de los mismos. Un ejemplo claro de esto son los nacionalismos que acuden a la imagen de la identidad ancestral y anclada al territorio que evocan las estampas campesinas. Sin embargo, muchas veces, son las propias políticas implantadas por estos grupos los que conduncen a la destrucción de estos entornos. Un ejemplo es el gobierno nacionalista canario que, como ya he comentado en otras ocasiones, destina el 75% de los recursos que recibe a través de los instrumentos financieros de que dispone Canarias por ser una RUP a subvencionar la importación de productos agroalimentarios que compiten con las producciones locales que, tan sólo, reciben una cuarta parte de esa ficha financiera.
Sin embargo, existen otros grupos igual de peligrosos para el mundo rural. Uno de ellos está constituido por los planificadores del territorio. Este grupo, liderado por arquitectos que desconocen todo del suelo rústico, está abanderando un nuevo movimiento para "salvar" el paisaje rural. De esta manera, descontados los espacios naturales dónde meten mano otros sectores profesionales (principalmente biólogos y geógrafos), el resto de suelo rústico es tratado por el planificador-arquitecto como si fuera, simple y llanamente, un paisaje bonito que debe ser conservado para que los urbanitas paseen los fines de semana o para atraer las divisas de cierto turismo extranjero (cuando no se considera simplemente como una indeseable realidad con la que convivir, como una vez leí en un Plan General de Ordenación de cierto municipio canario)
Cuando se deciden a proteger el paisaje, los planificadores suelen ignorar algunos aspectos esenciales del territorio que pretenden ordenar. Dentro de estos, destacan la función económica que desempeñan y han desempeñado durante siglos. De hecho, la ausencia de esta función haría que el agrosistema que se pretende proteger carezca de sentido. Así, la ordenación suele ir por la vía de la restricción a la mejora de las condiciones económicas de las explotaciones o, incluso, de las condiciones de trabajo. Muchas veces, esas mejoras se permiten con condiciones que las hacen inviables. Igualmente, se establecen mecanismo para la obtención de permisos para la realización de actividades autorizadas que demoran cualquier trámite de 2 a 3 años. La consecuencia de estas medidas suele ser la contraria a la deseada ya que, en la mayor parte de los casos, se obstaculizan los planes de mejora técnicos y económicos tanto públicos como privados. Dicha obstaculización acaban por socavar la viabilidad de las explotaciones y resienten las condiciones de vida de los habitantes de la zona, lo que acaba normalmente con el abandono de la actividad y, por tanto, la degradación del paisaje que se pretendía proteger.
Fotos Aburrimiento 2.0 bajo licencia CC (ver condiciones en barra lateral)
4 comentarios:
Cuanta razon caballero cuanta...razon..... Existe en el mundo rural un viejo dicho que las leyes se hacen en las capitales y no se tiene en cuenta al resto de la población que vive en resto del territorio.
Además para estos profesionales, lo más peligroso que hay en un agricultor que es una especie a exterminar, pero el Chamaecytisus proliferus (tagasaste o escobon) es algo digno de conservar. Y estos "inteligentes" no se dan cuenta que el tagasaste es una planta plantada y de forraje, y los paisajes que forma son humanos y no naturales......
Pero que le vamos a hacer vivimos en una sociedad que pone las carretas delante de los bueyes....
saludos
Supongo que el problema no es exclusivo de la ordenación del suelo rústico sino común a otras áreas de la planificación en este país dónde prolifera la prepotencia de los mediocres
Sr machuqueras no culpe unicamente a las capitales que los ayuntamientos (grandes y pequeños) también prefieren una promoción de adosados o un hotel a cualquier cultivo
Vespinoza, de lo que estamos hablando no es de la especulación sobre el suelo rústico (que llega a niveles de auténtica depredación) sino de lo contrario. De aquellos espacios que, quedando fuera de la misma, se someten a un régimen de protección irracional, pervirtiendo el sentido de su naturaleza económica.
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