12 julio 2011

La Nube

Trabajar en la nube está muy bien. Además de la comodidad de tener tus documentos en cualquier lugar del planeta y en cualquier dispositivo móvil o de sobremesa, te evita tener que estar constantemente realizando copias de seguridad, adquiriendo nuevos dispositivos de almacenamiento de datos o pasando tus archivos de unos terminales a otros. De esta manera, ahorramos dinero, espacio y materiales. No obstante, cuando almacenas tus documentos en un servidor que no te pertenece a ti sino a grandes corporaciones cuyo principal objetivo es una cuenta de resultados, estás aceptando muchas debilidades en la gestión de tus datos y, además, te expones a no pocas amenazas.

A poco que te sientes a meditar sobre el tema se te pueden ocurrir bastantes de ellas, relacionadas con la seguridad de los datos, con la robustez de los sistemas (no hace mucho el servidor de blogger dejo de funcionar durante varios días) así como con la pérdida de autonomía o la durabilidad de los almacenes virtuales ya sea por cierre de sus propietarios o por cambio en las condiciones, lo que podría llevar a obligarnos, en el mejor de los casos, a salir precipitadamente del sistema con los perjuicios que ello supone.

En mi opinión, no veo claro que estos sistemas sean una solución fiable para la gestión de datos de carácter privado (incluyendo archivos tan aparentemente triviales como las fotos) así como en el de documentos de trabajo para pequeñas empresas o autónomos dado que nos ponemos en manos de un oligopolio cuyo poder y consecuencias parecen no haberse calibrado bien por los usuarios. En definitiva nos situamos en una posición de dependencia de los proveedores de los servicios sin que exista una necesidad real para ello.

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